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Fragmento de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

A continuación vas a leer un fragmento de

Y sucedió que mis estudios científicos, que estaban encaminados hacia lo místico y lo trascendental, arrojaron una intensa luz sobre la conciencia que yo tenía de la guerra permanente que sostenían las dos partes de mi yo. De esta manera me fui acercando todos los días, y desde ambos extremos de mi inteligencia, a la verdad cuyo parcial descubrimiento me ha arrastrado a un naufragio tan espantoso: que el ser humano no es realmente uno, sino dos. Debido a la naturaleza de mi vida, avanzaba infaliblemente en una dirección única y tan solo en una. Estudiando el lado moral en mi propia persona, si en verdad se podía afirmar que yo era una y otra de las dos naturalezas que luchaban entre sí en el campo de mi conciencia, esto ocurría precisamente porque estaba identificado de un modo radical con las dos; desde una época temprana, aun antes de que el curso de mis descubrimientos científicos empezase a dejarme entrever la clara posibilidad de semejante milagro, había aprendido a recrearme, como si soñara despierto, con el pensamiento de la separación de ambos elementos.

Si fuera posible, me decía,  poder encarnar en dos identidades separadas cada uno de estos elementos, quedaría con ello la vida libre de cuanto la hace insoportable. El injusto podría seguir su propio camino, libre de las aspiraciones y de los remordimientos de su hermano gemelo más puro y austero; y el justo o virtuoso podría caminar con paso firme y seguro el recto sendero en que se complace, el del bien, en el que encuentra su placer, sin seguir expuesto a la vergüenza y al arrepentimiento a que lo obliga ese ente maligno extraño a él. Es una maldición para la humanidad, pensaba, que estas dos incongruentes mitades se encuentren ligadas en una sola, que estos dos gemelos enemigos, que son dos polos opuestos, tengan que luchar continuamente dentro del angustiado seno de la conciencia. Pero ¿cómo hacer para separarlos?

Había llegado a este punto en mis reflexiones cuando, como he dicho, mis investigaciones de laboratorio empezaron a echar una luz inesperada sobre la cuestión. Empecé a percibir, mucho más profundamente de lo que hasta entonces se había afirmado, la temblorosa inmaterialidad, la vaporosa inconsistencia del cuerpo, tan sólido en apariencia, del que estamos revestidos. Descubrí que algunos agentes químicos tenían el poder de sacudir y soltar esa vestidura de carne, como el viento hace volar las cortinas de una tienda.

Vacilé mucho antes de someter esta teoría a la prueba de la experiencia. Preparé los ingredientes, vigilé mientras hervían y humeaban en el vaso y, cuando pasó la efervescencia, en un arranque de valentía, me bebí aquel preparado. Sentí al momento los dolores más angustiosos: un sentido de quebrantamiento de huesos, una náusea mortal, y un horror, y una revulsión del espíritu tal, que no es posible que se vea sobrepasado ni en la hora del nacimiento ni en la hora de la muerte. Pero esta tortura fue disminuyendo rápidamente y volví en mí como si saliera de una grave enfermedad. Había algo extraño en mis sensaciones, algo indescriptiblemente nuevo y por esto mismo indescriptiblemente agradable. Me sentí más joven, más ágil, más feliz físicamente, mientras interiormente experimentaba una embriagadora despreocupación, sentía correr por mi fantasía un impetuoso caudal de imágenes sensuales con la rapidez de un torbellino; me veía libre de todas las normas morales, con un libertad de espíritu desconocida, pero no inocente. Desde la primera respiración de esta nueva vida mía comprendí que yo era peor, diez veces peor; un esclavo vendido a mi pecado original, y ese pensamiento me reanimó y me deleitó como un vino.

Robert Louis Stevenson: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (adaptación)