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[4.10 L.col] Léxico coloquial

Coloquialismos [inadecuación al registro formal]

Se denominan coloquialismos aquellas palabras o expresiones que son propias del registro coloquial (que pueden ser distintas en cada zona geográfica, por cierto). Como te hemos explicado en el apartado [4.10], el registro (en otras palabras, la distinta forma de hablar o de escribir que escoge una persona en función de las circunstancias) depende de la situación comunicativa: si la situación comunicativa es relajada, es apropiada para un registro más distendido, esto es, coloquial; por el contrario, si la situación comunicativa no resulta relajada (no hay confianza con el grupo de personas a las que nos dirigimos, el tema obliga a abordarlo con mayor seriedad, etc.), el registro que habrá que utilizar será formal. 

Por esta razón, por supuesto, los coloquialismos no son incorrectos (por eso no son vulgarismos, palabra con la que te habrás familiarizado si te has dejado caer ya por el apartado [4]); sin embargo, sí pueden resultar inadecuados a la situación comunicativa (en ocasiones, en función del contexto, pueden ser altamente inadecuados). Así pues, cada persona habrá de determinar qué le exige la situación comunicativa. Y, por supuesto, habrás de tener en cuenta que es muy probable que, en el instituto, el profesor desee que, en tus producciones escritas u orales, emplees un registro formal (para eso te solicita esta clase de prácticas; el registro coloquial, propio de la calle, del ambiente familiar, ¡ese ya lo dominas!). 

Por tanto, no estarás empleando el registro adecuado -estarás utilizando algún coloquialismo- si, en el contexto del aula, sea en una presentación oral o en una composición escrita, da igual, indicas que te mola algo (en lugar de que te gusta, te agrada, te encanta, te apasiona...), que has hecho mogollón de no sé qué (en lugar de muchos, suficientes, bastantes...), que la cagaste metiste la pata (en lugar de que te equivocaste, fallaste, erraste...) o utilizas cualquier otra palabra o expresión.

Pero, ahora bien, ¿cómo saber si la palabra o expresión que estamos empleando, o a punto de usar, es un coloquialismo? Porque claro, puede ser que estemos tan familiarizados con ella que... ¡a saber!, ¿no? En ese caso puedes seguir alguna de las siguientes recomendaciones:

  • Consúltala en el Diccionario de la lengua española de la RAE. Si aparece con la marca "coloq.", ¡no hay duda!: es un coloquialismo; si no aparece recogida en el diccionario, quizá se trate de un coloquialismo de reciente aparición y, por eso, todavía no lo ha incorporado. No obstante, por si acaso, mejor no uses esa palabra o expresión, dado que es muy probable que se trate de un coloquialismo (las palabras formales están casi todas, a menos que sean tecnicismos, muy muy recientes o cosas por el estilo).
  • Pregunta. Estás aprendiendo, y hacerte con las fórmulas propias del registro formal (evitando, por tanto, las del coloquial, a menos que estés en una situación comunicativa distendida, claro) forma parte del proceso de aprendizaje. Quizá desconozcas que se trata de una palabra o expresión coloquial, pero tu profesor, un familiar, tu vecina, un compañero o compañera de estudio, sí que lo sepan. 

Coloq. Batalla de coloquialismos

Duración:
60:00
Agrupamiento:
Equipos de 4 o 5 personas

Agrupados en equipos de 4 o 5 personas, invertiréis los primeros quince minutos de la sesión en realizar un listado de coloquialismos (todos los miembros habrán de realizarlo en su cuaderno, puesto que, a continuación, cualquiera de ellos podrá intervenir en la... ¡batalla de coloquialismos!). Con el fin de encontrar coloquialismos, podéis utilizar otros repositorios posibles, pero os recomendamos los siguientes:

En este listado incluiréis una breve definición de la palabra (si no la conocía ningún integrante del grupo, a lo mejor hasta se os olvida, y si ya la conocíais, a lo mejor os resulta necesario proporcionarles esta información a otros equipos) y un ejemplo de uso.

El resto de la sesión, de forma ordenada, cada grupo retará "a ciegas" a otro; "a ciegas" porque se empleará algún tipo de procedimiento basado en el azar para determinar a qué equipo se le planteará el reto. Este consistirá en leer la voz coloquial y el ejemplo de uso propuesto, a partir del cual los integrantes del grupo retado habrán de proponer una alternativa formal (si lo consiguen, obtienen un punto; si no lo consiguen, el equipo retador será el que consiga el punto; queda al arbitrio del profesor premiar con un extra de puntos las propuestas sobresalientes, muy formales).

Intensificación: superbién no, lo siguiente

Se conocen como procedimientos de intensificación aquellos recursos que posee la lengua para aumentar en un grado la cualidad expresada por un adjetivo o un adverbio ("bien", por ejemplo). Pueden ser formales ("muy bien", "demasiado bien"...) o coloquiales ("superbién" o "superbién no, lo siguiente", que no son las únicas fórmulas posibles, como esperamos que descubras enseguida). Evidentemente, la persona que abuse de estos recursos, especialmente si los produce en un contexto lingüístico formal, poco o nada distendido, no solo evidenciará la incapacidad de adoptar el registro más adecuado a la situación comunicativa en que se encuentra, sino que también dará a entender una cierta pobreza léxica incluso (en el apartado [4.10 L.P] hallarás más información sobre este aspecto).

Lee atentamente los dos siguientes textos, en los que se explica cómo utilizar estos procedimientos coloquiales así como procedimientos más formales por medio de los cuales evitarlos (pincha sobre la barra con los títulos para desplegarlos), y reflexiona a continuación sobre ellos:

¡Superbién!

SUPERCALIFRAGILÍSTICO

Vamos a intentar explicar las múltiples vidas de súper sin que suene extravagante, raro ni espantoso, como cantaba Mary Poppins. 
  • Súper- se gana la vida, principalmente, como prefijo para denotar ‘por encima de’, ‘excelencia’ o ‘exceso’. Como buen prefijo, va unido al sustantivo al que acompaña, y pierde la tilde que llevaría si se dedicase a otros menesteres. Así, se escribe superponer, superpotencia, superproducción e incluso, en su uso más llano, superbien.
  • Como segundo empleo, súper ejerce de sustantivo, como sinónimo de supermercado. En este caso, al ser una palabra llana y terminada en r, se escribe con tilde.

  • En su tiempo libre, súper hace sus pinitos en el mundo coloquial como adjetivo y adverbio para significar ‘magnífico’ o ‘superior’. En estos casos, al igual que ocurre en su papel de sustantivo, siempre lleva tilde: Teníamos las entradas en un sitio súper; Lo pasamos súper en el concierto.

Esperamos haber sido suficientemente espialidosos sin haber sonado enredosos.

María Irazusta: Las 101 cagadas del español

Superbién no, lo siguiente

DE MODA NO, LO SIGUIENTE

Los que dicen bueno no, lo siguiente y los que jamás dirían algo así. El mundo (al menos el mundo hispanohablante) parece dividirse entre los que aman y los que odian esta expresión. Como todas las modas lingüísticas, hay quienes se abrazan a ellas y quienes las ven más feas que un pie de otro. Los siguientistas (vamos a bautizarlos así) dicen que una película era «buena no, lo siguiente» o que están «agotados no, lo siguiente». Este lo siguiente se empezó a poner de moda hace unos diez años como mucho. Los jóvenes sean quienes con más frecuencia dicen «las croquetas de mi madre son espectaculares no, lo siguiente». Los antisiguientistas les preguntan desafiantes: ¿qué es lo siguiente?

Lo que sigue a bueno podría ser muy bueno o buenísimo o megabueno o hiperbueno o requetebueno o tela de bueno o la pera de bueno o... Todos estos elementos del español se llaman elementos de superlación, y los usamos para hacer que una palabra intensifique su significado; con ellos hacemos que suba peldaños en una especie de escalera de significación. Tenemos muchísimas expresiones para intensificar. Algunas son históricas y constantes en nuestra lengua: muy bueno; otras son más o menos recientes.

Con los elementos que indican valoración estamos siempre ante la misma batalla: los utilizamos, parece que se «gastan», como se gasta la suela de un zapato, y nos gusta reemplazarlos por otros nuevos. Por eso, hay modas de intensificadores que aparecen y otras que desaparecen o se quedan conviviendo con las nuevas expresiones. Normalmente la mecha prende en el lenguaje juvenil y de ahí salta a otros sectores. Tal fue el caso de mazo, usado solo o acompañando a un adjetivo («me gusta mazo»; «mazo caro»), que entró en el lenguaje de los jóvenes hace unos años. No se usa en toda la comunidad hispanohablante: en Andalucía se prefiere «taco de bueno» o «un viaje de bueno» antes que «mazo bueno».

Para el caso del español, además, nos gusta más la intensificación por la izquierda que por la derecha. O sea, típicamente el español pone los intensificadores antes de los elementos que valora: super, mega, ultra, mazo, hiper... e incluso los acumula: lo has visto en el hiper mega ahorro del supermercado o en el super ultra limpio de la oferta de detergente. El tamaño sí importa en la lengua, y tendemos a pensar que las palabras más largas significan más.

De hecho, es raro que en español usemos de forma tan extendida la terminación superlativa en –ísimo, que existía en latín (–ISSIMUS) y que otras lenguas hermanas, como el francés, usan poquísimo. Es una intensificación a la derecha, y su rareza se explica porque se extendió desde el lenguaje culto. ¿Cómo te suena decir en español actual «guapérrimo»? Pues algo así era usar –ísimo en español hasta finales del siglo XV, cuando por moda y desde sectores literarios se empezó a propagar este –ísimo. De todas formas, todavía en el siglo XVII había muchos españoles que no lo usaban, sobre todo los más alejados de esos sectores literarios; por eso Cervantes, siempre tan acertado recreando el lenguaje de la calle, pone a Sancho Panza liándose al usarlo: aquí está y el don Quijotísimo asimismo, y, así, podréis, dolorosísima dueñísima, decir lo que quisieridísimis, que todos estamos prontos y aparejadísimos a ser vuestros servidorísimos (Cervantes, Quijote, II, 38).

La subida de los escalones de la intensificación se hace, pues, con elementos muy cambiantes. E incluso en esa escalera podemos observar que hacemos subir a palabras que aparentemente no pueden subir más peldaños: perfecto, infinito... ¿Algo puede ser más perfecto que perfecto o aún más infinito? ¿Hay un «lo siguiente» para perfecto? Parece que sí. En lo de intensificar, no son los significados de las palabras quienes ponen los límites, sino los hablantes, dueñísimos de la lengua, aunque a veces se nos olvide.

Lola Pons Rodríguez: El árbol de la lengua (adaptación)

Tras leer los dos textos anteriores, reflexiona sobre su contenido a razón de lo propuesto en los enunciados siguientes:

  1. Elabora un pequeño esquema en el que recojas los distintos usos de "super-". Asegúrate de que incluyan, como mínimo, la siguiente información: su acepción (esto es, significado) y normas de redacción.
  2. En el segundo texto se señalan algunos otros recursos coloquiales para la expresión de la intensificación. Realiza un listado breve en que los recojas, aportando algún ejemplo propio. ¿Eres capaz de sugerir algún procedimiento más que no se mencione en él?
  3. ¿Qué quiere decir Lola Pons al indicar que, en español, "nos gusta más la intensificación por la izquierda que por la derecha"? Explícalo con tus propias palabras.

A continuación reproducimos un texto en el que abundan los coloquialismos. Observa la alta proporción de recursos de intensificación coloquiales que emplea la persona que lo ha emitido. La actividad que te proponemos a continuación consiste primero en que los detectes y, después, que los sustituyas por una alternativa mucho más formal ("superbién", por ejemplo, podría modificarse por "muy bien" o por soluciones más interesantes, con nuevos adjetivos de carácter más específico, como "genial" o "estupendo").

Texto con procedimientos de intensificación coloquiales

Tía, no te vas a creer lo que me ha dicho El Rulas. Es superfuerte. Yo todavía estoy flipando en colores. Se va a liar parda, parda. Resulta que, el otro día, cuando estuvimos en el escampado aquel, ¿te acuerdas?, que se nos juntaron unos pavos mazo raros, con unas pintas de no ser de aquí, megapijos, la verdad, que estábamos jugando a las cartas, ¿te acuerdas ya? Pues uno, que tenía un careto superraro, le metió fichas a la Carol, que no supo cómo quitárselo de encima. ¡Qué pesa'o el colega! Ella pidió que la dejara en paz, pero el tío se hizo el sueco y siguió dándole la murga todo el rato. Pues tuvo que intervenir la Jenni, con las malas pulgas que tiene. El pavo, supermustio, se marchó con el rabo entre las piernas.  

Algunas personas, como Óscar Mora, que gestiona la cuenta @eslosiguiente en Twitter, se consideran "antisiguientistas". ¿Qué quieren decir con este palabro? Los que así se declaran dan a entender con ello que abominan de la expresión "no, lo siguiente" y proponen evitarla o formular expresiones más formales. Desde este perfil en la red social, este antisiguientista responde a los tuits en los que se emplea este recurso, esta fórmula, sugiriendo alternativas. A continuación encontrarás algunos de los mensajes que ha corregido. ¿Qué solución propondrías tú?

Tuit 1

"¡Deseando que llegue el finde no, lo siguiente!"

Tuit 2

"No, definitivamente hoy no iré a clase. Me encuentro fatal no, lo siguiente."

Tuit 3

"Pues te voy a decir una cosa: no había visto el vídeo, pero me parece preparado no, lo siguiente."

Tuit 4

"2022 me está dejando muerta no, lo siguiente."

Tuit 5

"Si os acordáis de eso no sois viejos, sois lo siguiente."

¿Eres de las personas que emplean continuamente "en plan"?

Lee atentamente el siguiente texto (pincha sobre la barra con el título para desplegarlo) y reflexiona a continuación sobre él:

"Estamos en plan explicando la expresión en plan"

Los jóvenes no hablan igual que sus mayores, y esos mayores no hablaron, en su momento, igual que hablaban sus padres. El empleo de determinadas palabras puede revelar la fecha de nacimiento que hay en tu carné: en los años setenta se decía chachi; en los ochenta, guay; antes de esa etapa se decía que algo era muy pera (por ‘muy bueno’). Si miramos al lenguaje juvenil actual, vemos que uno de los identificadores de los jóvenes recientemente es el uso de en plan.

Atención a esta frase:

«Le digo a mi madre que salgo en plan me voy a la calle en plan tranquilo, meto en el bolso en plan todo lo que necesito para echar el día fuera y resulta que me dejo las gafas de sol nuevas que me costaron caras, en plan 60 euros o más».

No es real, pero podría serlo: en plan es el nuevo chicle, es flexible y está todo el día en la boca de nuestros hablantes más jóvenes. Esta construcción (preposición en + sustantivo plan) no es nueva en el idioma y la usamos hablantes de todas las edades para una función concreta, la de «Venimos en plan de auditoría» o «Acudieron en plan de buscar pelea», casos que se dan desde mediados del siglo XX y donde plan tiene el significado de intención, proyecto, modo. Pero en los últimos años esta estructura ha ido modificándose de dos maneras. Por una parte, su forma ha variado y se usa más sin de («Héctor está ya haciendo maletas en plan vacaciones» y no «en plan de vacaciones»). Por otra parte, y esta es la historia verdaderamente novedosa, en el español de España ha asumido entre los hablantes jóvenes muchos otros significados nuevos.

Si decimos la frase «Brenda no viene hoy a trabajar, en plan se ha pedido el día», vemos que en plan significa ‘o sea’ y explica de otra forma o ejemplifica lo que se está diciendo.

Otro valor innovador se usa en frases del estilo «Jaime me escribió en plan te vamos a subir el sueldo», donde en plan tiene un valor similar al de poner unas comillas en el discurso escrito, ya que cita las palabras de otro.

Puede servir para situar el foco sobre algo, poniendo de relieve justo lo que sigue a en plan: «Una cosa es tatuarse una palabra, pero Mari Luz se ha tatuado en plan toda la pierna». Y se usa también para mitigar y paliar el efecto de lo que se dice: «Emi se acaba de sacar el carné de conducir, en plan yo prefiero no ir en su coche».

Que sea útil para quienes lo usan y que tenga unos valores definidos no quiere decir que no sea exasperante oírlo constantemente en cada frase de un adolescente español. De hecho, ha despertado quejas por parte de profesores, que dicen que sus alumnos abusan de esta expresión. E incluso los propios jóvenes, que reconocen que en plan es un elemento definitorio de su forma de hablar, pueden llegar a parodiar ese empleo extremo.

El lenguaje juvenil español tiene, como todos los lenguajes juveniles, sus marcas propias, cambiantes y muy poco duraderas. La forma de interacción que emplean entre ellos los jóvenes, oralmente y de forma coloquial, es históricamente una constante fuente de cambios lingüísticos, cambios efímeros que aguantan en vigor hasta que son reemplazados por una nueva generación. Una lee un artículo de cinco años atrás sobre lenguaje juvenil y comprueba que alguna de las palabras que se señalaban como propias de los jóvenes españoles han quedado ya anticuadas (¡en solo cinco años!). Y, si hacemos un viaje hacia atrás en el tiempo, vemos un fenómeno similar: en los finales de los setenta, el Manifiesto de lo Borde que publicaron los componentes del genial grupo de rock andaluz Smash dividía la humanidad entre los hombres de las praderas, de la montaña, de las cuevas lúgubres y de las cuevas suntuosas. Leerlo es leer las palabras del lenguaje juvenil de los setenta:

«Los hombres de las praderas son los únicos que están en el rollo y que han salido del huevo.
Los hombres de las cuevas lúgubres se enrollan por el palo del dogma y te suelen dar la vara chunga.
Los hombres de las cuevas suntuosas se enrollan por el palo del dinero y del roneo».

Algunas de esas expresiones se han mantenido, otras no. La grandeza de las lenguas es que suelen ser bastante democráticas en la génesis y el ocaso de estos cambios lingüísticos. Tal vez dentro de unos años seamos capaces de hablar del inicio y del fin de la moda del «emplanismo». Por eso, no tiene sentido escribir en plan «¡Alarma: los jóvenes hablan raro!», porque estas modas lingüísticas vienen y se van. No te pega tener más de 35 y decir «¡hasta nunqui!» y no es común ser un emplanista o adicto a en plan si tienes más de 25. Lo que le toca a cada joven que empieza a hacerse con el mundo es caer enamorado de la moda juvenil, en plan lo que sea.

Lola Pons Rodríguez: El árbol de la lengua (adaptación)

  1. Por supuesto, busca las palabras que desconozcas en el diccionario y lee el texto tantas veces como sean necesarias hasta asegurarte de que has comprendido su sentido global.
  2. ¿Cuál es la intención con la que la autora redacta el artículo que acabas de leer: con ánimo de condenar a las personas que utilizan la muletilla "en plan" o para restar importancia a la cuestión? ¿Qué argumentos emplea para justificar su posición con respecto a este tema?
  3. Consulta a tus familiares de mayor edad qué expresiones eran propias de la jerga juvenil cuando ellos eran adolescentes. Recógelas en un listado en el que incluyas su significado, en caso de ser necesario, y compártelas en clase.

Coloquialismos para imitar la forma de hablar de una persona joven

El académico Arturo Pérez-Reverte tuvo un desafortunado encuentro con un chico que invadió el carril contrario mientras el autor circulaba por él y a punto de estuvo de involucrarlo en un fatídico accidente. Esta es la razón por la que Pérez-Reverte le dedica el siguiente artículo de opinión, que presenta la peculiaridad de que está escrito en segunda persona, como si se lo dirigiera directamente, y también la de que el autor adopta numerosas expresiones propias del registro coloquial que le supone al joven. Trata de identificarlas y, a continuación, sustitúyelas por una variante más formal, más acorde con el registro del resto del texto. (Para poder leer el artículo basta con que pinches sobre el título y lo despliegues).

"El cretino de la curva"

Ayer por la tarde estuviste a punto de matarme. Un descuido trágico puede tenerlo cualquiera, por supuesto. Pero ese no fue tu caso. Tomaba tranquilamente una curva cerca de mi casa, a poca distancia del puente de piedra y el bar de Marcelino, y apareciste de frente con tu Seat Ibiza negro -creí ver que estaba tuneado, pero no me dio tiempo a confirmarlo-, a más de cien kilómetros por hora en un lugar señalizado para sesenta. Ignoro el motivo de que pisaras la continua. Quizá la música que tal vez llevabas a toda pastilla te ponía caliente, haciéndote perder el sentido de la realidad de las cosas.

Quizá atendías por el teléfono móvil una llamada de tu churri, o estabas presionando el encendedor del coche para encender un pitillo. Puede ser, también, que la velocidad excesiva te hiciera perder un instante el control en la curva; aunque imagino que, tal como eres, esto último no lo admitirías nunca. Igual que tus coleguis y todas tus perras castas, tonto de mierda, te consideras un virtuoso del volante y rey indiscutible de esas carreteras por las que siempre circulas por encima del límite, pegado al guardabarros del coche inmediato y adelantando por la derecha.

El caso es que ayer por la tarde, figura del asfalto, pasaste más de un metro la continua y me viniste encima por el morro. Te encontré de pronto delante, tan cerca que tuve ocasión de ver tu careto: unos treinta años, cara de cenutrio bajuno, pelo muy corto y flequillo engominado en forma de cresta. Para resumir, uno de esos pavos que tecleas en Google las palabras macarra, bajuno y poligonero, y salen tu foto de carné y la de la madre que te parió. Te asustaste, confiésalo, porque pegaste un volantazo mientras chirriaban tus neumáticos; y entre eso y mi desesperada maniobra para eludirte hubo tiempo de que volvieses a tu carril, pasando a dos metros de mi faro izquierdo.

Te fuiste de rositas, supongo que a la misma velocidad, en busca de otro a quien endiñársela. Dejándome con una doble frustración, fruto del primer impulso: no tener veinte años y la seguridad necesaria para dar la vuelta al coche y perseguirte hasta la primera gasolinera, y no llevar en el maletero una escopeta con plomos del doce. Ahora, en frío, me alegro de que no se diera ninguna de esas circunstancias; pero el reconcome de la frustración sigue dándome retortijones en la memoria. Por eso te dedico esta página.

A ver si te lo explico clarito, tonto del culo. Ya han estado a pique de matarme antes, varias veces. Igual se te hace raro; pero aparte el coche tuneado y la discoteca hay vidas que, si las administras y tienes suerte, dan algo de sí. Antes de que nos cruzáramos ayer por la tarde, asómbrate, me quisieron poner mirando a Triana con diversas herramientas y en varios idiomas. Fulanos negros, blancos, amarillos, cobrizos, o mitad y mitad. De todo, oyes. Te lo juro. Unos por casualidad y otros con ganas. Hasta en cierta ocasión, de jovencito, un fulano como un orangután empezó a tirarme navajazos en un puticlub de El Aaiún, y yo no tenía con qué; y si no llega a intervenir mi amigo el teniente Albaladejo rompiéndole la cara, me quedo allí listo de papeles.

Todavía trago saliva al acordarme. Pero no solo personas, ojo. Una vez, volando entre Larnaca y Beirut -que están un poco más allá de Fuenlabrada-, pegó un rayo en el avión. No veas el acojone. Y hasta el mar, que es muy borde cuando se cabrea, lo intenta alguna vez. Imagínate: yo blasfemando, mojado hasta el ombligo y con las uñas sangrando, y él dale que te pego, viento y olas que te rilas. Pero tengo suerte, tío. Y aquí me tienes. Contándotelo.

Comprenderás, considerado eso, que habría tenido mucha guasa no palmar en Sarajevo ni en el golfo de León, por ejemplo, para que tú me dieras matarile en la curva del bar de Marcelino. Llevándome además, como última imagen, no un paisaje bonito, un cuerpo de mujer o el rostro de amigos y gente querida, sino tu estúpida cara de cretino con cresta engomada saltándose la continua. Haber visto en dos absurdos segundos mi vida -o la de cualquier ciudadano al que el azar hubiese puesto en mi lugar en ese momento- interrumpida, rota, truncada, aniquilada por un cateto irresponsable que perdía el control del volante porque iba con prisa para recoger a su Yenifer, pasado de copas o de lo otro, se creía Fernando Alonso con un Ferrari, o conducía distraído y rascándose los huevos. Así que, mira, como soy un fulano más bien correoso, poco inclinado a poner la otra mejilla y a la compasión hacia quien no la merece, espero que no te tomes a mal, dadas las circunstancias, dos detalles personales: que me cisque en tus muertos más frescos, y que desee con toda sinceridad, ya que amas la emoción automovilística, que uno de estos días pongas el coche a doscientos cuarenta, o lo que dé de sí, y te estampes contra una pared. Chof. Tú solo, o sea. Sin implicar a nadie. 

Arturo Pérez-Reverte: XLSemanal (10 de octubre de 2011), adaptación

Loc. verb. coloq. Lugares comunes que son lugares coloquiales

En el habla coloquial empleamos muchas expresiones, frases hechas, que resultan claramente inapropiadas en un contexto formal. A continuación aparece un listado -por necesidad breve, pues la cantidad de expresiones existente en nuestra lengua es altísima- en que se recoge una muestra de ellas. ¿Qué alternativa de carácter más formal se te ocurre para evitarlas en un contexto en que no resulte apropiado utilizar coloquialismos?

(1) lavar los trapos sucios (2) ahogarse alguien en un vaso de agua (3) echar una mano a alguien (4) cruzársele los cables a alguien (5) en un abrir y cerrar de ojos (6) hacer alguien la vista gorda (7) dar la lata a alguien (8) cantar a alguien las cuarenta (9) cargar alguien las pilas (10) tocar madera (11) hasta en la sopa (12) costar algo un ojo de la cara (13) qué mosca te / le / os... ha / habrá picado (14) irse alguien por las ramas (15) tirar la casa por la ventana

Propón ahora tú otras expresiones coloquiales a partir de las cuales trabajar. Puedes utilizar aquellas que conozcas, que se te vengan a la cabeza, o consulta el Diccionario de la lengua española de la RAE, dado que en muchas de sus entradas aparecen tras la abreviatura "loc. verb. coloq.". También te puedes valer del listado de giros que aparecen en la entrada de la Wikilengua del español para la jerga juvenil de España.

Diccionario del español coloquial actual

El profesor Cristian Olivé (@xtianolive) le propuso a su alumnado la elaboración de un Diccionario para 'boomers', es decir, una especie de traductor que permitiese a los baby boomers (la generación que comprende las personas nacidas entre 1946 y 1964; aunque, la verdad, a la velocidad que va esto, es probable que fuese necesaria también para las siguientes: la generación X, los millenials, etc.) conocer el significado de las palabras o de las expresiones de la jerga juvenil actual, claramente coloquiales.

¿Llevamos a cabo un diccionario común en el que recojamos los coloquialismos que utilicéis actualmente (nos será de enorme utilidad a las personas que os impartimos clase, a vuestros familiares, etc.)? En primer lugar, practicad una tormenta de ideas por medio de la cual afloren todos aquellos que empleéis cuando os halláis en un contexto más o menos relajado o distendido; a continuación, aseguraos de que esas palabras o expresiones no están recogidas en el Diccionario de la lengua española (RAE), dado que, de aparecer contenidas en él, evidentemente no resultará necesaria vuestra aportación.

Las entradas de vuestro diccionario de coloquialismos actuales necesariamente tendrán que contener todos los elementos siguientes:

  • Lema (la palabra que encabeza el artículo de un diccionario, esto es, la palabra o expresión coloquial que estamos definiendo).
  • Abreviatura con la información morfológica (tal como aparece en el diccionario: "adj. coloq.", "interj.", etc.; si tienes dudas para determinar cuál es, consulta a tu profesor).
  • Acepción o acepciones (en caso de tener más de una; recuerda que es la definición propiamente dicha de la palabra o expresión).
  • Ejemplo de uso (a veces, la definición por sí sola no resulta suficiente para comprender el significado de la palabra; por ello es necesario incluir uno o más ejemplos en los que aparezca integrada, contextualizada, en un enunciado que le dé sentido).

A continuación, exponed vuestro trabajo ante el conjunto de la clase y, si os resulta posible, compartidlo también en el instituto, fijando carteles con las entradas del diccionario en las paredes del aula o del pasillo, por ejemplo.