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Actividades para trabajar los vulgarismos en relación con el pronombre

[4.2.1] ¿Eres leísta, laísta o loísta?

Si has leído atentamente la explicación teórica, habrás descubierto que existe un uso de los pronombres "lo", "la" y "le" que se se desvía o se aparta del propio del español normativo o estándar. Cuando se da esta situación, se está incurriendo en una situación de leísmo, laísmo o loísmo. A través de esta propuesta lo primero que vamos a hacer es descubrir si tú incurres en alguna de estas tres situaciones, para lo que te solicitamos que respondas al cuestionario que hallarás en este enlace. ¡Sin presiones, eh! Solo vamos a descubrir si eres una persona hablante de la lengua que se aproxima más o menos a su ideal normativo.

[4.2.1] Eres leísta... y no lo sabes (nivel básico)

Si hablas con una chica, ¿le dices algo o la dices algo? Si tienes curiosidad por conocer cuál es la respuesta correcta, lee atentamente el siguiente texto (pincha sobre la barra con el título para desplegarlo) y reflexiona a continuación sobre él:

"El leísmo y el laísmo que tanto sufrimos"

El leísmo, por un lado, y el laísmo, por otro, son dos caras de una misma moneda. El primero consiste en usar el pronombre le —y su plural les— en posición de complemento directo (A los niños les llevé al parque). El laísmo consiste en lo opuesto, es decir, en usar el pronombre la —y su plural las— en posición de complemento indirecto (Vi a su hermana y la dije un piropo).

El error que nos conduce tanto al uno como al otro es creer que es el género lo que determina el pronombre que se debe; es decir, pensar que para ella hay que utilizar el la/s, que para él hay que utilizar el le/s, y que para las cosas hay que utilizar el lo/s. Gran equívoco, que ya comenzó en Castilla durante la Edad Media y que perdura en algunas zonas del centro de España, como Madrid.

Para no confundirnos solo hay que hacer las preguntas correctas: ¿es complemento directo? o, dicho de otro modo, ¿si ponemos la oración en pasiva, aquello a lo que sustituye el pronombre pasa a ser sujeto? Si la respuesta es sí, es complemento directo y hay que usar lo/s, la/s. Si la respuesta es no, es complemento indirecto y hay que usar le/s.

Primera oración puesta en pasiva: Los niños (sujeto) fueron llevados al parque por mí. Como el pronombre les se refiere a los niños, en la oración anterior es complemento directo (CD), luego: A los niños los (CD) llevé al parque.

Segunda oración puesta en pasiva: Un piropo (sujeto) fue dicho por mí a su hermana. El pronombre la no sustituye a un piropo, sino a su hermana, que es el complemento indirecto en las dos oraciones, tanto activa como pasiva, luego: Vi a su hermana y le (CI) dije un piropo (CD).

Probamos con otro ejemplo solo aparentemente complicado: La dije que cogiera a los niños, que les llevara al parque y que los comprara unos caramelos. La di dinero y la dije que les trajera a la hora de comer. La estoy tan agradecida de que me les traiga tan relajados que la regalaré algo. A continuación, podemos comprobar los modos correctos: Le (CI) dije que cogiera a los niños, que los (CD) llevara al parque y que les (CI) comprara unos caramelos (CD). Le (CI) di dinero (CD) y le (CI) dije que los (CD) trajera a la hora de comer. Le (CI) estoy tan agradecida de que me los (CD) traiga tan relajados que le (CI) regalaré algo (CD).

Y vamos con algunos ejemplos dedicados a los hablantes laístas. Nunca jamás puedes decir dila, ni hazla, ni dala cuando te refieres a una mujer, porque en estos casos siempre actúa como complemento indirecto; sin embargo, sí debes decir llámala (a ella), porque actúa como complemento directo.

Los leístas, sin embargo, están de suerte, ya que debido a lo extendido de su uso, incluso en escritores de prestigio, se admite el uso de le en lugar de lo cuando el referente es una persona de sexo masculino: «Tu padre no era feliz. […] Nunca le vi alegre» (T. Ballester, Filomeno [Esp. 1988]).

María Irazusta: Las 101 cagadas del español

  1. Por supuesto, busca las palabras que desconozcas en el diccionario y lee el texto tantas veces como sean necesarias hasta asegurarte de que has comprendido su sentido global.
  2. Aplicando las pruebas que sugiere María Irazusta, trata de determinar si en las siguientes oraciones aparece algún caso de leísmo o de laísmo y, en ese caso, explica a qué se debe y cuál es la forma por la que se ha optado en el español normativo:
    • A Pedro le he visto muy satisfecho.
    • No las diremos lo que nos has preguntado.
    • No le tomes el pelo.
    • A Adriana la regalé una entrada.
    • Le leyó el libro en solo dos días.

[4.2.1] Eres leísta... y no lo sabes (nivel avanzado)

Si quieres a tu hermano, ¿le quieres o lo quieres? Si tienes curiosidad por conocer cuál es la respuesta correcta, lee atentamente el siguiente texto (pincha sobre la barra con el título para desplegarlo) y reflexiona a continuación sobre él:

"Eres leísta... y no lo sabes"

Si, hablando de tu padre, dices que le quieres, le respetas o le abrazas, además de ser un buen hijo, eres un leísta. No debes asustarte. Los Reyes Magos no se portarán peor contigo que con los que dicen lo quiero, lo respeto y lo abrazo, pero has de saber que ellos están siguiendo el uso no leísta de los pronombres lo / le y tú en cambio, estás desplazando a lo en favor de le. En suma, tú eres leísta... y no lo sabes.

¿Cómo reconocer un leísmo? Piensa que tenemos una pareja de pronombres: lo va con la (lo-la, como la autora de este artículo); y luego hay un pronombre suelto, un soltero de la vida, que es le. A grandes rasgos, puedes aplicar esta norma de andar por casa. Si pasas una frase a femenino y usas la es porque en masculino deberías usar lo. O sea, que si a tu madre la amas, la llamas, la ves todos los días y la acompañas a clases de alemán, a tu padre deberías amarlo (y no amarle), llamarlo, verlo a diario y acompañarlo a clases.

¿De dónde ha salido el leísmo? La pareja lo /la y el soltero de oro le (con sus respectivos plurales) son pronombres, y como tales sirven para sustituir a elementos que hemos dicho o vamos a decir en una frase. Por ejemplo, si tenemos los enunciados A mi hermano lo veo y A mi hermano le escribo, los pronombres lo y le, ambos completamente correctos, están reemplazando a mi hermano. Pero ¿por qué en un caso mi hermano es lo y en otro le? Ello depende del papel sintáctico, o sea, de la función que “mi hermano” representa en la frase. En veo a mi hermano, es un complemento directo (en latín lo llamarían acusativo) y en escribo a mi hermano es indirecto (en latín, dativo). Estamos ante un mismo elemento que juega distintos papeles, como cuando un futbolista juega a veces de defensa y a veces de centrocampista.

Pues bien, desde los orígenes del castellano (¡y desde el latín!) ha sido común que los pronombres asuman a veces un papel que no es el que les toca. Sobre todo, eso ha ocurrido con le, el pronombre que es el soltero-roba-parejas que muchas veces ha barrido a lo.

Los casos del tipo le quiero le llamo corresponden al tipo de leísmo más extendido en el mundo hispánico, el leísmo de persona masculino singular. O sea, hay más leísmo cuando nos referimos a una sola entidad (se da más en a mi hermano le quiero que en a mis hermanos les quiero), cuando esa entidad es masculina y cuando nos referimos a una persona (a mi novio le llamo a diario), o a un ser animado conocido (a mi perro le quiero lo oímos con leísmo frente a al gato del restaurante no lo soporto, donde, en cambio, sería más raro encontrar un leísmo).

Este leísmo de persona masculino es muy usado cuando se asocia a formas de cortesía. Así, llevando a una señora a la puerta podemos decirle: no se preocupe, la acompaño, pero ¿y si fuese un señor?, ¿diríamos le o lo acompaño? Si aplicamos el esquema que decíamos antes, tenemos que ante un la para el femenino, la opción para el masculino sería lo. Si usas le acompaño, de nuevo eres leísta... y a lo mejor tampoco lo sabías.

Otras clases de leísmo son más raras, como el de cosa (el coche le aparqué lejos) o el femenino (a mi madre le quiero). También son más infrecuentes otros “ismos” relacionados con los pronombres de tercera persona del singular del español: el laísmo (a ella la gusta el espectáculo) y el aún más raro loísmo (los escribí una carta a mis hermanos). Obviamente, este truco de buscarle a la siempre una pareja en lo no te sirve si eres laísta, o sea, si dices la dije cuatro cosas.

Si eres leísta de persona masculina... estate tranquilo: lo más probable es que el resto de leístas que te rodea tampoco se haya dado cuenta. Esta clase de leísmo es la más extendida en el mundo hispánico: se da en España y en América, aunque mucho más en la Península ibérica que en el español americano. Por su difusión, este es el leísmo más aceptado en los medios y en España suele pasar desapercibido para correctores o hablantes que, en cambio, identificarían claramente el laísmo y loísmo. Estos prácticamente no se dan en América y solo en algunas zonas centrales y norteñas de España.

Curiosamente, la norma académica del español respecto al leísmo ha sido muy cambiante. Así como ahora se declara que el leísmo de persona masculino se ha generalizado y es parte del uso estándar, la Real Academia en el siglo XIX no solo aceptaba el leísmo sino que incluso hasta 1854 censuraba el uso de lo para masculino singular. Esa postura lanzó a muchos autores literarios andaluces y extremeños a hacerse leístas, alejándose del uso vernáculo que tenían espontáneamente en origen. La postura cambiante ante este asunto resulta una buena muestra de hasta qué punto el prestigio de los fenómenos lingüísticos es fluctuante por fechas y áreas. El leísmo de persona, el más extendido en centro y norte, ha sido el más generalizado históricamente por influencia de la corte. Hoy es el aceptado por la norma académica, aunque utilizar lo para formas como lo abrazo o lo quiero siga siendo la opción completamente correcta.

¿Por qué somos leístas? Los hablantes han tendido a convertir la pareja lo/la y al soltero le en un trío de pronombres muy bien avenido, no separado por el papel que tienen en la frase sino por su género: la para femenino, le para masculino y lo para elementos no personales (algo parecido a lo que ocurre con los demostrativos este, esta y esto).

Pero junto a esta razón hay otra causa histórica que explica el inicio de lo que llamamos hoy leísmo, laísmo y loísmo: un fenómeno de contacto lingüístico, de cómo se comportan los hablantes cuando aprenden algo que es nuevo para ellos. Ocurrió cuando los vascos aprendieron a hablar el castellano: modificaron ese sistema porque ellos no tenían género en su lengua de partida. Luego los cántabros se pusieron en contacto con ese sistema, y gradualmente, el sistema modificado se fue expandiendo hacia el centro y sur conforme se extendía el castellano en la Edad Media. Laísmo y loísmo no rebasaron el área central de la Península, y tampoco el leísmo de cosa. Esta teoría, formulada por la filóloga Inés Fernández-Ordóñez, ha modificado la idea tradicional que teníamos del surgimiento del leísmo.

Tengamos en cuenta que ha sido justamente en las zonas en que el español se ha puesto en contacto con otras lenguas no romances donde han surgido fenómenos más interesantes relativos al leísmo y sus hermanos. Así, hay zonas de Ecuador que solo conocen le como único pronombre (ni lo, ni la, adiós a la pareja) y dicen le conoció a Luisa o la casa le vendió. En parte del español andino lo y le han barrido a la, y dicen a Luisa lo acompañaban sus amigos). En el centro y oriente de Asturias usan lo cuando se refieren a un elemento que se expresa de forma no contable, no separable (o sea, una caja de leche es separable, pero la leche o el agua mencionadas sin cuantificar no lo son, por eso dicen la leche lo echo aquí).

Como en otras ocasiones hemos visto, pararnos en un asunto de variación interna del español nos muestra que la clave está siempre en la historia y que la valoración que damos a los hechos de lengua es cambiante. Si nos parece aceptable el leísmo de persona masculino, es simplemente porque hay más gente que lo practica. Si nos parece poco recomendable el laísmo es porque es un fenómeno muy restringido dentro de la comunidad hispánica. Pero ser laísta, loísta o leísta no debe de ser un gran pecado. Al fin y al cabo, durante siglos en el Padre Nuestro pedíamos a Dios “el pan nuestro de cada día dánosle hoy” con un pedazo de leísmo de cosa que no causó, que sepamos, ningún enfado divino.

Lola Pons: El País, Verne (8 de diciembre de 2017)

  1. Por supuesto, busca las palabras que desconozcas en el diccionario y lee el texto tantas veces como sean necesarias hasta asegurarte de que has comprendido su sentido global.
  2. ¿Con qué metáfora nos explica la autora cómo reconocer el leísmo? Resúmela con tus palabras.
  3. ¿Cuál es el tipo de leísmo más extendido y cuáles los más raros?
  4. ¿Cuáles son las causas históricas que dan lugar a la aparición del leísmo, laísmo y loísmo?
  5. ¿Cuál es la postura de la RAE acerca de estos fenómenos?
  6. La autora nos habla del leísmo del padrenuestro antiguo (“el pan nuestro de cada día dánosle hoy”). Pide a las personas más ancianas de tu familia que te reciten el padrenuestro y comprueba si en él aparece ese caso concreto. Escribe un texto en el que expliques la experiencia completa.

Preguntas extraídas del recurso "Leísmo, laísmo y loísmo", elaborado por Antonio Manuel Membrilla Fernández y coordinado por Enrique Castillo Aguilera (Itinerarios didácticos del INTEF, 2021; con licencia Creative Commons BY-SA)